lunes, 7 de diciembre de 2020

 

Cuento de Navidad

 

Por Juan Antonio Muñoz Yébenes

 

Las horas golpean mi cabeza, quizás para recordarme de que ya es tarde y que no debería seguir en la cama, quizás debiera levantarme pero no lo sé, me da exactamente lo mismo, tan sólo un día más en esta tierra castellana de frío casi polar.

Al final me anima el aroma de un café recién hecho y decido salir de mi letargo, cual marmota de USA

Me llegan los compases del Telediario para anunciarme que ya es Navidad, ¡qué bien, qué alegría!, muchas gracias queridos colaboradores de la prensa televisiva, hace tiempo que no miro al calendario y se me había escapado tan insigne fecha…

Voy saboreando el primer café y sin quererlo, me asaltan los recuerdos de pasadas Navidades.

En esta ocasión no va a ser distinto, me lo ha hecho saber el fantasma de Navidades pasadas que se ha instalado en mi cuarto de forma permanente, no hay manera de echarlo… ¡Que tío!

No respeta ni mi espacio ni mi momento matinal,  y yo solo quiero disfrutar de mi café y de mi cigarrillo mañanero… ¡Que pesado!

Suena el timbre, como siempre, ya estoy harto del cartero y de tanta publicidad pero en este caso no se trata de eso, simplemente llama "la alegría de la huerta" a mi humilde puerta, es Antonio, que viene a pasar con nosotros la Navidad.

El fantasma de otras navidades se mofa de mí y me señala con su esquelético dedo, se ríe sin parar…

Ya llegó la Navidad a un barrio donde no suenan panderetas ni fanfarrias, no hay villancicos, nadie te saluda, ni te da las gracias…

Aquí no resuena la zambomba, no hay redoble de tambor y los únicos petardos que se escuchan, están pegados en la barra de algún bar…

Tampoco toca la lotería y el único gordo se murió de un empacho hace tiempo ya. Tan solo hay silencio al final de una noche tan oscura y gélida como el alma de mi fantasma, si es que la tuviera.

Ya llegó la Navidad a una casa sin adornos, sin guirnaldas, huérfana de aguinaldos y ausente de cualquier atisbo de alegría, con una mesa pobre, sin invitados, donde preside Antonio para recordarnos su desdichada vida y lo malos que son los programas de televisión.

Poco a poco nos va relatando sus desventuras, sus enfermedades, su ruina…

Está muy atento de las noticias del día para ilustrarnos con su crítica, sus reproches de lo mala que es la vida y mientras tanto, Carmen asiente, le da la razón en todo, no vayamos a tenerla…

El fantasma de otras navidades se mofa de mí y me señala con su esquelético dedo, se ríe sin parar…

Voy mirando al reloj y no avanza, también voy mirando la tele de reojo con el fin de evadirme pero no lo consigo, tan solo quiero irme a mi cuarto a leer un rato, incluso a escuchar algo de música Heavy Metal, cualquier cosa que me rescate de la cena navideña.

Son recuerdos... El fantasma de navidades pasadas susurra en mi oído despavorido que este año, por bueno o malo que fuera, tampoco estará con nosotros Antonio.

La sonrisa ya no brilla, corre y vuela fugitiva pues conoce la sentencia, sabe de la condena que la tiene recluida tras una mascarilla quirúrgica, ¿o quizás fuese de tela? Y que más da, aquí sólo gobierna, preside y reina... ¡La pena!

Un año más y todo sigue igual en este triste barrio, donde no llegan ni Reyes Magos ni dromedarios, como mucho, algún camello que quiere cautivar a la muchachada para engañarlos… ¡Siempre igual!

Al Santa Claus ese ni se le espera, no lo conocemos siquiera… Welcome to the jungle!

Aquí no cambia nada pero aun así, os deseo de todo corazón… ¡Feliz Navidad!

Recordar que esto no es más que un cuento, es pura ficción, cualquier parecido con la realidad, es pura coincidencia…

¡Feliz y Próspero Año Nuevo!

 




 

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