sábado, 28 de marzo de 2020

DEDICADO A TODO EL PERSONAL SANITARIO


LA LUNA REDENTORA

Dedicado a todo el Personal Sanitario

Otro día.
La sombría
y húmeda estancia
en mi aposento,
se torna rancia.
Lloro un momento.

Momento que no supe defender;
rescoldos que encienden mi tormento,
de un pasado, que no quiere volver.

No avanza el día.
Asoma fría
en la mañana,
llovizna fina
y cristalina,
por mi ventana.

Ciertos dioses vengativos,
¡entre olivos, sonriendo!
Moradores del Olimpo,
¡gozan, con mi sufrimiento!
Ahogando mi sentimiento
aquí, en esta tierra yerma…
de flor, ¡marchita y enferma!

El cielo oscuro
de días duros.
Cual río seco
sin primavera,
sin su ribera.
De roto espejo.
Prisionera el alma está,
cancela de siete llaves.
¿Quién serás, celoso guardián?
Nada sé… Nada se sabe.
Ruina, anidas mi pecho
senil, enjuto, mal trecho,
pues no sanan ya, heridas
profundas, ¡harto sentidas!

Cristal, empañas
visión huraña
de lenta tarde.
Luz de brasero.
Flor del romero,
despacito, se abre.

Amaina y salgo a pasear
por las oscuras callejas,
por las mustias hojas secas.
Al fondo, se siente un cantar.
El parque está solitario,
de niño huérfano, aterido.
Descanso, al distraído
tañer, en el campanario.
¡Dong, dong, dong! Marcando el compass.
¡Dang, dang! Desfilan las horas.

Fría voz reclama.
Por mi nombre, llama:

   No tengas miedo. Me dijo.

   Yo sé quién eres. Le respondí.

   Ven, te lo ruego. Volvió a decir.

   Dime, ¿qué quieres?. Insisto.


Era la Luna,
tan bella y frágil,
silenciosa y ágil,
¡tan oportuna!
   Lloraba tu alma de pena,
niña sola, tez morena,
y me llegó su lamento,
como claustro de convento.
La Luna susurraba presto.
   En buena hora,
Luna cantora.
Le digo yo, muy dispuesto.
   Librar quieres tu condena.
Sin demora. ¡Que así sea!
Gritó la Luna al Viento.
   ¿Acaso es verdad,
puedes hacerlo?
¡Ay, triste de mí,
ojos, para verlo!
Dije de puro contento.
   A la llegada del estío,
a la hora del rocío,
dale este mechón al Viento.
Serás libre al momento.

Nuevo día.
La armonía en
la cálida estancia
de mi aposento,
ya tiene fragancia.
Sonrío, ¡contento!




JUAN ANTONIO MUÑOZ YÉBENES

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