SIEMPRE
HAY… ¡ESPERANZA!
Dedicado a Cáritas y a la brillante labor de Siloé
Siempre
hay… un roto para un descosido
y
patatas para un buen cocido,
estrellas en un cielo colorido,
vítores
y aplausos enardecidos
para
un artista distinguido.
Siempre
hay… una bella y dulce sonrisa,
para
un rostro triste y compungido.
Siempre
hay… una cigüeña misteriosa,
para
un campanario derruido.
Siempre
hay… ¡temor! en el preso fugitivo,
canción de rockero divertido,
ilusión,
para un hombre deprimido,
juguetes
para un niño aburrido y
libros,
para un joven erudito.
Siempre
hay… un corazón y compañía
para
un viejo solo, en el olvido,
y
un nombre, para un recién nacido,
ayuda,
para el héroe malherido,
respuesta
para un malentendido
y
emoción, para un cuerpo rendido.
Siempre
hay… alternativas y propuestas
para
un enigma desconocido,
conquista, para un pueblo vencido y
camisa,
para un pobre mal vestido.
Siempre
hay… alguna lanza y una espada
para
un soldado aguerrido,
sombra, para un descanso merecido y
frutos,
en un árbol bien florido.
Siempre
hay… un esforzado labrador
para
los campos de cultivo,
una
era, para un olmo y un olivo.
Siempre
hay… frondosas alamedas
para
los polluelos y su nido.
Siempre
hay… ¡un buen manjar!, un buen hogar,
para
el obrero reconocido y
aspirante
a un amor vespertino,
dudas,
por conocer el destino,
atenuante,
para un reo afligido y
consejo
para alguien resentido,
consuelo
para un arrepentido,
vacante,
en un empleo perseguido
y
memoria, para lo vivido.
Siempre
hay… ¡inteligentes palabras!
para
un asceta reprimido,
refugio,
para el triste y abatido.
Siempre
hay…tiernos, sinceros abrazos,
para
el mejor de los amigos.
Siempre
me invade una alegría
¡fuerte!,
por haberte conocido.
Siempre
hay pasión, carente de razón,
para
los besos decididos.
Siempre
te miro y sueño contigo,
perenne
de mi pensamiento
sabes,
que me tienes bien perdido.
Siempre
muero y me estoy muriendo,
por
querer refugiarme en tu ombligo.
Siempre
voy, ya estoy maquinando,
para
que quieras estar conmigo.
Siempre
vivo, ya estoy suspirando,
por
querer meterme en tu abrigo.
Y
en mil noches, yo me pregunto…
¿Por
qué nunca me has querido?
Y
es por eso, que yo me digo…
¿Quizás,
porque soy un pobre mendigo?
¿Acaso
te resulta indiferente…
la
situación del indigente?
Y
aquí, yo te escribo esta canción,
desterrado,
alejado… ¡en un rincón!
Y
siempre te seguiré, vibrando…
¡por
las dulces prebendas de tu amor!
JUAN
ANTONIO MUÑOZ YÉBENES
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