sábado, 4 de julio de 2020

Celebración del VI Centenario de Ciudad Real



A CIUDAD REAL, MUY NOBLE, MUY LEAL

Con motivo del VI Centenario de la ciudad

Sopor de aceituna, mecida en tu cuna de verde olivar.
Dormita la encina, con mordiscos de luna y quedo trinar.
A la vera del sendero, giran los molinos molineros
y acarician lisonjeros las mieses de tu piel. Muy ligeros,
sueltan las aspas al viento aterido, frío, ¡casi polar!
Ya duerme el hato en el aprisco y su pastor, al calor del hogar.
Los Llanos están moteados de los Castillos Medievales,
de quejigos, de quimeras Quijotescas en sus pedestales.
El Guadiana aparece en las noches y por el día se esconde
bajo tierra, ¡bravo río fantasmal!, hechizo de Caronte.
 Tierras del rocío, helada y fría escarcha, ¡preciados cristales!
 descritas y escritas por la lanza de un tal… ¡Miguel de Cervantes!
Tierna patria de quesos y vinos con mil aromas divinos.
Son tierras de Duelos y Quebrantos por mil amores perdidos.
Caminan en añoranza, trotan, Rocinante y Sancho Panza;
van buscando a su Dulcinea… ¡por toda Castilla-La Mancha!
Yo sigo a mi destino, tan cansado, y con el trote cansino
persigo, entre las miradas esquivas, paz, consuelos, abrigo.
Ya llego que voy llegando a esta ciudad, muy noble, muy leal,
de cuyo nombre sí puedo acordarme, se llama… ¡Ciudad Real!
Bello encaje de bolillos, berenjenas, muebles artesanos.
 Zurras, Pandorgas con mil canciones, ¡a nuestra Virgen del Prado!
Me siento para descansar en la umbría de tu Catedral,
tallada en roble puro y bruñida, por la Corte Celestial.
Brillan tus tierras de mercurio, argentas de preciosos metales,
donde ríen, lloran las Viñas… ¡entre mil amores fatales!,
donde sueña la pastorcilla con el infante girasol,
con tiernas rosquillas, al son de flautillas y… ¡Pestiños de amor!
La memoria evoca los fragores de las batallas campales
de tu historia, tan rica, épica… ¡entre mil ardores medievales!
Ya llega la hora para continuar con otra vuelta al ruedo y
 levanto, levada el alma al contemplar, La Puerta de Toledo.
Sigue el paseo, muy lejos, allende los Pagos del Vicario,
donde habitan sueños de Oretanos, y Caballeros Templarios.
Son tierras consagradas de Artemisa y su jabalí, del ciervo
de la berrea, de la codorniz, del ave de caza, ¡del cielo!
allende la Ermita, vieja decana, muy celosa guardiana
de los misterios y arcanos… ¡Entre los Campos de Calatrava!
Allí, las posadas ofrecen migas, gachas, pistos y hogazas
con redobles del sol, al son del tambor de la vieja almazara.
Allá, arrullan fraguas y yunques a la espada, la flecha y su arco;
 mandobles de fuego que sirvieron… ¡en la Batalla de Alarcos!
Horizonte espigado de centenos, maíz y lluvias claras
de sudores campesinos, de rica miel y mejor cebada.
Ya se hace muy tarde, ya regreso a la ciudad, a Ciudad Real,
abrumado por el trato de la gente, por su capital
nimbada de las Rondas, de callejas, tersos parterres, plazas
coronadas por balcones florales y lujosas terrazas.
Acelera el paso un Ocaso Universitario, con devoción
de aulas cerradas, raudos… ¡corren para tumbarse en el Torreón
del Alcázar!, olvidando los libros por la crecida grama.
Vestigios de tu hermosa juventud, primorosa, ilusionada.
Después, ¡sigo pensando en ti! En una ciudad muy noble, muy leal,
de cuyo nombre sí puedo acordarme, se llama… ¡Ciudad Real!

JUAN ANTONIO MUÑOZ YÉBENES

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